domingo, 2 de febrero de 2014

El sufrimiento de un insecto

Hoy en la mañana mientras me bañaba vi una palomita revolcándose en el agua de la regadera. Sus alas estaban pegadas y el débil polvo que las unía se desintegraba en el agua dejando pequeñas manchas cafés en los azulejos. Una masa amorfa de dolor.

Demasiada valentía en algo tan pequeño. Corría hacia el agua, hacia la muerte lenta. Caminaba con desesperación mientras se despedazaba. Yo observaba con angustia, no quería que empezara a volar, estaba desnuda y me daba asco pensar que su cuerpo en desintegración se aplastaría contra el mío. Pero sufría, la agonía de ver esa cochinadita arrastrándose en el agua mientras se desmembraba.

Pasó un lento minuto y no me quedé sin ganas de ver más sufrimiento. Salí de la regadera chorreando de agua, corté un pedazo de papel de baño.  ¿Qué pasaría con la pequeña vida?

Sin esperar a ver el final de la historia,  aplasté definitivamente al insecto en sufrimiento. Ni siquiera sé si sí murió. No quería apachurrar esa masa ambigua de polen y alas entre mis dedos.  Así que sólo enterré su cadáver o su cuerpo sufriente en el fondo del basurero.






martes, 12 de febrero de 2008

Pequeña descripción: la puerta occidental

La gente camina con bultos en las manos, incluso con “diablitos” cargados por encima de sus cabezas. La multitud apiñonada camina rápidamente, casi corre. Niños mugrosos arrastrando cajas de cartón cerradas con mecate. Todos son bajitos: puedes ver por encima de ellos. La mezcla racial es evidente, hay indígenas de todos lados, perfiles mayas, narices zapotecas, ojos sesgados, pequeños y grandes. El piso de un mármol tallado por tantos pasos, la gente corre como en un hormiguero, van hacia el metro o a tomar un taxi, cientos de personas detienen el tráfico cada cinco minutos para cruzar, justamente por debajo del puente abandonado. Antes el puente estaba lleno de ambulantes, ahora está clausurado. Se puede caer en cualquier momento. Mientras tanto la gente burbujea intermitentemente debajo de él. Los coches son rodeados por peatones, que conocen que son mayoría y no les importa lanzarse en masa hacia la calle.
Dentro del galerón, que es la central de camiones, la gente corre o hace filas. El largo de las filas varía dependiendo la línea de camión. En las más fresas hay pocos, en otras, hay cientos esperando un boleto barato a Michoacán o a Toluca. La gente brinca las maletas de los que hacen filas. Los que llegan tarde a tomar el autobús y los que acaban de llegar se cruzan en un terrible caos. Sí, esta es la cenrtral de Observatorio, la puerta occidental de la ciudad, curiosa más que bonita.
De repente, caminando por ahí, justo al lado de los baños, que desprenden su putrefacto olor característico por metros a la redonda hay en la pared un cartel. Curiosamente, también he ido a parar al lugar del cartel: la plaza de Santo Domingo una de las más bonitas del centro de la ciudad. Con la pestilencia de los baños y la gente empujándose es casi surrealista que sea la misma gente en la misma ciudad la que pasea cerca de Santo Domingo.



Ese es mi primer recuerdo de mi estancia de ya casi cinco años en la ciudad de México. Ese choque de modernidad, cultura indígena, pobreza, movimiento y caos que evoca mis sensaciones cuando todavía no podía decir nada de México e incluso el poster surrealista y desgastado de Santo Domingo pasaba desapercibido.


domingo, 10 de febrero de 2008

Ética y ¿Economía?


Hace poco escuche a una mujer orgullosamente decir: "Los choferes cobran bien barato –y por lo bajo dijo- ocho mil pesos mensuales. Pero el que trabaja conmigo todavía es mejor cobra 4,000. ¡Una ganga!" Muchos de nosotros envidiaríamos a esta persona por haber conseguido ese trato. A fin de cuentas todo el mundo tiene el derecho a maximizar su dinero ¿Qué no cualquiera tiene derecho a gastar menos si es posible?
En el mundo económico lo que rige nuestros destinos es que todos los individuos del mercado intentan tomar la mejor decisión al gastar su tiempo y su dinero. Compran en una tienda porque dado el servicio es más barato. Renunciamos si nos ofrecen más dinero sin pensar si nuestro patrón va a entristecerse. Corremos a las personas que trabajan para nosotros si no hacen bien su trabajo. Pagamos a nuestros empleados lo que el mercado determina: los sueldos están en tal, así que eso ofrezco.
Estos individuos egoístas son la mano invisible del mercado que Adam Smith describía. Cada uno piensa en su propio bien y ahorra y eso hace eficiente a la economía: ¡es un equilibrio! El egoísmo de cada individuo lleva a la sociedad a ser más productiva y con mejores resultados en conjunto. Desde entonces y sobre todo en el último siglo la ciencia económica ha tomado esto como uno de los postulados más importantes -incluso ni el tan “rebelde” Keynesianismo lo pone en duda porque a fin de cuentas the animal spirit es nada más y nada menos que una condición que hace que los dueños del capital puedan generar ganancias egoístamente (algo así como el colmillo).
La ética es entonces un anacronismo cuando se confronta con una ciencia como la Economía donde pensar en ti mismo y olvidarte de los demás al tomar decisiones es la causa del perfeccionamiento del sistema (a.k.a. mercado). Sin embargo nos hemos dado cuenta a lo largo de los años que este egoísmo agregado y desenfrenado no siempre tiene un final feliz como lo proponía Smith (es pertinente aclarar que este autor no pretendía crear una ciencia sin ética, simplemente creía que esto generaba un sistema muy justo cuando todos se comportaban de la misma manera, incluso tiene un tratado sobre ética llamado Teoría de los Sentimientos Morales, que dista mucho de ser una ética utilitarista).
La pobreza es una de las grandes paradojas del paradigma. ¿Si el sistema de producción/consumo es tan eficiente, entonces porqué hay quien se muere de hambre? Entonces vuelve a surgir el antiguo fantasma, ¿somos responsables de los demás miembros de la comunidad? ¿al hacer tratos económicos es necesario pensar en “el otro” a pesar de que eso disminuya mis ganancias? Planteado desde una perspectiva personal y medio cursi nadie se sentiría cómodo negando eso. Tan sólo imaginemos a alguien feliz en una reunión diciendo: “Mi chofer no puede pagar la educación de sus tres hijos porque yo conseguí un contrato con él que no le beneficia pero que a mi me hace ahorrar un montón para remodelar mi casa.” Sin duda sería blanco inmediato de la repulsión de cualquier persona que se quiera vanagloriar de ser humana. Pero si alguien presume entusiasmado que aumentó el margen de ganancia de su empresa en 5% (lo cuál se traduce en su sueldo) eficientando los recursos humanos. Cualquiera alabaría su habilidad.
¿Es entonces ridículo preguntarse por la moralidad de los actos económicos? ¿Debemos preferir un productor a otro en base a un criterio de justicia? ¿Es la pobreza nuestra responsabilidad? ¿O simplemente la economía pertenece a un campo distinto al de la ética?






jueves, 7 de febrero de 2008

Cuentos para niños

El lunes terminé de leer el tercer libro de la trilogía, His Dark Materials de Philip Pullman. Para los que no están familiarizados con esta serie, una buena referencia es La Brújula Dorada, la película que se estrenó el pasado diciembre en la que salían Nicole Kidman y Daniel Craig. Me animé a leer estos libros porque vi la película y me pareció una historia buena y había levantado gran polémica entre muchos amigos, porque según algunos periódicos (El Universal, 19 diciembre 2007) había sido duramente criticada por el vaticano. Saliendo del cine francamente me intrigó que la Iglesia se hubiera tomado la molestia para echar pestes sobre la película. Así que como buena cristiana, decidí comprar los libros.

El primero es muy parecido a la película. Tiene algunas ocurrencias muy simpáticas como los daimones, que son una especie de animal, que en realidad son parte de la persona y que los de los niños se transforman constantemente, pasan de ser ardillas a osos a águilas. En el segundo libro la historia se desarrolla en otros mundos y la protagonista, Lyra, se da cuenta que lo que ella llama la Autoridad o Dios, es el primer ángel, no el creador, porque no existe el creador solo una serie de pequeñas partículas que se llaman Polvo y que se condensaron en formando todo lo que conocemos. El Polvo es lo que genera la conciencia y es lo que formó todo y lo que conoce la verdad de cada uno de nosotros (aunque no es explícito el aliethrometro funciona con Polvo). Hasta aquí sigue siendo una historia para niños, atea, pero para niños.

El tercer libro me ocasionó escalofríos más de una ves. Lyra y su nuevo acompañante Will deciden ir al mundo de los muertos y se dan cuenta que en vez de existir cielo o infierno, sólo existe un gran galerón dónde las almas de las personas esperan eternamente por nada. Una de las cosas que me sorprendió es que estos individuos eran verdaderamente infelices, todos por igual. Pero la infelicidad es un poco forzada, ¿qué pasaría estuviera en un lugar dónde están las “almas” de todas las personas muertas (amigos familiares, novios), sin ningún tipo ni de bien y de necesidad y su único tormento son unas arpías que les repiten sus errores? Para mi sería una gran fiesta, pero aquí cada quién puede imaginarse diferente, pero lo cierto es que para muchos esto sería muy divertido. Por ejemplo Gulliver el famoso personaje de Jonathan Swift se divierte algunas semanas llamando a los grandes sabios de la historia para platicar con ellos. El primer círculo del infierno de Dante es también bastante interesante. Sin embargo Pullman no es capaz de ver esta inconsistencia, para él un lugar sin sol y sin bienes materiales (y sin necesidades físicas), es necesariamente un infierno. Es más, hace que Lyra lo vea también de esta manera, tanto que libera a los muertos de su mundo subterráneo, el único problema es que una vez afuera los átomos de sus almas se dispersan y pierden su conciencia de intelectualidad. Se esfuman.

Desde el principio del cuento Lyra es la protagonista porque existe una profecía sobre ella que dice que va a ser la segunda Eva. Esto es obviamente un honor para todos lo que conocen la profecía, porque Eva nos libró de la inconsciencia. Hay un personaje en especial, Mary Malone, que va a “jugar el papel de la serpiente”. Es difícil pensar que mayor conciencia de la verdad que Dios ocultó se puede tener ahora que ya todo mundo sabe que la Autoridad es un impostor porque nunca creó a nadie, solamente es el primero.

El momento en que la segunda Eva es tentada es un poco ridículo, porque es algo así como la liberación sexual, pero de la manera más pudorosa que alguien pueda imaginar. Se dieron cuenta que la gente necesita amar a los demás, por eso no es posible que existan monjas o gente célibe. Sin embargo, el pecado que comete Lyra es darle un beso o acostarse con Will (no es nada explicito, así que no me siento capaz de afirmar sólo alguna de las dos). ¿Entonces de qué me escandalizo? Este sería un final un final bastante bueno y sólo sería ateo: no existe Dios, o si existe es un impostor y al morir nos desintegramos, pero mientras vivamos podemos conocer el amor.

Sin embargo al autor todavía le parece demasiado cursi y positivo este final y prefiere dejarnos claro qué el amor no le parece una realidad posible. O bueno, quizá sí el enamoramiento pero no vivir con alguien y quererlo. Will y Lyra son divididos porque si no el Polvo va a dejar este mundo. Traducido del simbolismo del libro Will y Lyra no pueden amarse porque dejarían de ser conscientes y eso sí es una aberración ¡Bravo! Así Philip Pullman logró el final más patético para cualquier existencia: La muerte nos lleva al sin sentido, dejamos de existir y durante nuestra vida no somos capaces de amar, en el mejor de los casos podemos tener sexo y enamorarnos ocasionalmente sólo para dejarlo ir. ¿Y cuál es la alternativa? Lyra renuncia al amor para dedicarse a cultivar su inteligencia.

Al terminar de leerlo sólo puedo decir, que prefiero a existencialistas sinceros y angustiantes como Camus en La Peste, que dejan un espacio para que tengas fe o desesperes junto con él, a escritores para niños que con historias de fantasía te hagan sentir que lo mejor en el mundo es vivir sola y sin esperanza. Pullman es una especie de embustero tratando de darles drogas a niños de cinco años diciéndoles que son dulces. Además creo que si fuera un poco más claro desde el principio, su argumento ganaría fuerza ya que hablaría de la conciencia (o el Polvo) a gente totalmente consciente, no a niños.

Al caer en tu mirada

















Al caer en tu mirada
me deslizo por tu abismo
en la negrura, tu universo
donde reflejas mis ojos.
Estoy dentro de ti, te conozco.
Me aterro, estás dentro de mi.
Me conoces.
¡Qué vergüenza! ¡Qué alegría!

Mi alma te abraza al sentir el porvenir.
Vivir y luego morir,
el ocaso mi agonía.
Tú, epitafio a la hora de mi muerte.


Amar hasta que muera,
en la muerte lo inmortal,
hasta exhalar, pensar en ti.
Pasión de amor. Amargura enmielada,
inmensidad agonizante, infinito.
Dolor y muerte son amor creciente.
Conocerte hasta sufrite.
Acompañarte hasta mi muerte.

martes, 5 de febrero de 2008

El cero ante el infinito

Hace poco leí un libro de Arthur Koesler titulado El cero y el infinito. Además de lo mucho que me gustó, el título me pareció extraordinario, no sólo por lo que Koesler quiere transimitir -el individuo ante el Estado comunista, sino en términos más radicales: no somos nada ante la belleza o la bondad: qué es un escritor contra la Literatua, un pianista contra la Música. Pero a pesar de todo la literatura y la música están siempre sujetas a pequeños ceros. Aún así, el significado de esta frase que más me fascina es la paradoja que surge cuando conocemos a alguien y lo queremos y en algún momento podríamos jurar que ese cero es en realidad infinito.